La Voyager 1 es una sonda espacial lanzada en 1977 y que tiene como objetivo primordial estudiar las fronteras del sistema solar, llegando hasta el cinturón de Kuiper y, en el fin de la misión, al espacio interestelar. Su primer cometido era visitar Júpiter y Saturno, de hecho, se trata de la primera sonda en obtener imágenes detalladas de los satélites de estos planetas. Ahora, La Voyager 1 se ha convertido en la sonda más alejada de la Tierra y la primera en alcanzar el espacio interestelar, el espacio comprendido entre las estrellas. Y no solo eso, sino que se trata además de la sonda más rápida, pues ha alcanzado una velocidad relativa del Sol y la Tierra superior a la de ninguna otra sonda espacial.
Si todo esto no fuese suficiente para que nuestra sonda de récord fuese noticia, tenemos que sumarle un hecho trascendental: un grupo de impulsores que habían permanecido dormidos durante nada menos que 37 años han sido activados exitosamente. Este hecho resulta crucial, pues según afirma el equipo encargado, de esta manera se podrá prolongar su vida funcional en dos o tres años.

Valeeeee, pero ¿para qué necesitaba La Voyager 1 esos propulsores? ¿Por qué resultan ser tan fundamentales? Bien, la nave ha dependido durante todos estos 40 años de unos propulsores que se activan emitiendo pequeñas ráfagas para poder girar levemente y orientarse correctamente de manera que la comunicación con la Tierra pudiese darse sin mayores complicaciones. Es por este hecho que la degradación de estos propulsores se convirtiese en causa de gran preocupación entre los implicados en el proyecto, pese haber cumplido ya con creces con su cometido.
Ante tal complicación y con la imposibilidad de montar un taller espacial a más de 130 unidades astronómicas, es cuando decidieron poner en funcionamiento un grupo de cuatro propulsores de reserva que llevaban inactivos durante 37 años. Una prueba un tanto descabellada, pues tras el largo periodo de tiempo y utilizando unos propulsores que no estaban destinados a la orientación de la nave, el error entraba dentro de las posibilidades más próximas a la realidad.
No obstante, la flexibilidad de la tecnología a bordo de la nave y su sorprendente resistencia al paso del tiempo han permitido continuar con una de las misiones espaciales más extraordinarias de las últimas décadas, constituyendo así un portentoso éxito en ingeniería aeroespacial. Sin duda, a partir de ahora, se convertirá en una de las opciones con más peso en el futuro de su gemela La Voyager 2 que está cerca de entrar también en el espacio interestelar.
